jueves, 15 de julio de 2010

Realmente... el peor


En el mundo de los tugurios es más fácil encontrar el mejor que el peor de ellos. Y, en verdad, nosotros ya encontramos el peor.

Un table siempre tiene su dosis de "encanto", if you know what I mean. La luz moribunda, la creencia de que uno está seguro pese a las advertencias en cada milímetro, la mirada de los monigotes que marcan la entrada al lugar, el tipo de vasos, la lamparita con la que te alumbran el menú de bebida, la altura del techo, las "formas" de las protagonistas de la noche, la voz inaudible del presentador, la ubicación de los privados, en fin.

Hace poco quisimos indagar Princess Janne y yo un tugurio que se encontraba en una zona muy cercana a las casas de mi suegra y de mi madre. De día parecía otro negocio, pero de noche, con la ayuda de un escalerón metálico de color negro, de pronto todo se convertía en una sucursal del infierno carnal. Pero más que a sexo, el aroma era a lo más chueco que uno puede imaginar. Un tipo cobraba por ver cómo te estacionabas, otro por ver cómo te bajabas del coche, otro por seguirte con la mirada mientras subías las escaleras y otro más por atestiguar tu entrada al lugar. Puro hampón, no menos que eso.

Sabíamos que la encomienda era una hora, un chupe y adiós. Un miércoles perdido en junio y una misión de saber el tipo de tugurio que, súbitamente, había irrumpido muy cerca de una colonia residencial. Y no nos equivocamos.

En toda la extensión de la lógica, el mejor signo de que uno se encontró con Dios es el cielo, y de que uno se topó con el diablo es el rojo del infierno, pero aquí, paradójicamente, hasta lo prohibido era ilógico. Era un table en el que no había tubo, sino simplemente una plataforma para que la chica en cuestión caminara de un lado a otro como hamster e hiciera una rutina enteramente intrascendente.

A eso habría que sumarle la presencia masiva de guarros en comparación con escasos 5 clientes, ya contándonos. En un lugar así... lo último que llega a la cabeza es cualquier variante de antojo y lo primero que impera es la urgencia por terminar el trago y salir de ahí "completo".

Fue suficiente la experiencia y el riesgo. Pedí la cuenta, nos topamos con los pronosticables reclamos de propina y valet parking y, sin rasguño, escapamos del tugurio más bajo de la historia.

Como verán, en el presente relato no hablé de las chicas del lugar. No me vino a la cabeza. No las recuerdo.

10 comentarios:

  1. A pesar de ser el peor de los lugares que he pisado en mi vida, sí recuerdo a las viejas. Horribles!!! peores que una empleada doméstica queriéndose vestir para ligar en la Alameda. Pelo a la cintura, lacio o con extensiones de esas que anuncian los maquillistas estrella, atuendos asquerosos, cuerpos voluminosos, y lo peor de todo.. bailes.. según ellas "sexys"... neto, lo peor que he visto en mi vida!!!!
    Todo con el fin de hacer una denuncia.. la cual, mi querido novio, no ha hecho!!!

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  2. No entiendo por quép una pareja va a un table, que alguien me lo explique..... bueno, igual y me darían ganitas de ir con mi novio.

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  3. Arriba el table: ahora que se ha platicado el tema en las comidas, hay que admitir que las que hacen piruetas y se dedican a ello, tienen su chiste. He dicho.

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  4. jajaja, yo tampoco entendí la encomienda de ir al tugurio juntos, en vez de exponer a Jane, si te hubieras ido con un par de cuates, probablemente, el tugurio hubiera sigo el 2o más malo y no el 1o, minimamente te hubieras fijado en las reinitas, y no hubieras sentido que el valet y anexas les echaban tanto monton :P

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  5. Definitivo, el problema fue que te hizo falta el tubo. Denúncialo, jajaja.

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  6. El table es el table, depende mucho el mood en el que vas pero bueno hermano, una experiencia más.

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