viernes, 2 de julio de 2010

A ti...



Ante dos peticiones claras, no hay forma de resistirse.

Todo inició en uno de mis tantos chevys, cuando tras una simpatía, imagino, ya que para ser sincera no recuerdo ese primer día, ese primer contacto que en algunas historias se vuelve importante o, al menos, anecdótico.

Después de algunas pláticas, decidí, a través de un presentimiento, invitarlo a un plan entre amigos. Pensé que haría falta mucho más que un café, probablemente varias cervezas y/o un par de botellas, para hablar de nosotros. Pero no fue así, su personalidad transparente me llevó a conocerlo pronto.

Así comenzaron nuestras salidas rutinarias, siempre en aquel auto color baño chillante que se volvió en nuestro mejor aliado. Con 50 pesos en la bolsa nos alcanzaba para todo lo inalcanzable, incluida la gasolina para darle la vuelta al mundo.

¿Cómo terminaba debajo de nuestra mesa una cartón de chelas?, ¿de dónde nos sobraban bebidas para lanzarlas por los aires cual spring breakers?, ¿porqué éramos recibidos por aquellos lares como socios o los mejores clientes?, ¿cómo los 'viene viene' nos movían cualquier auto para estacionar el nuestro? Probablemente era por aquel angelote que llevaba a mi lado en el asiento del copiloto y, después de algunos tragos, como conductor.

Una de esas noches memorables, salimos con el rumbo establecido. Primera parada: el Centro Histórico de la Ciudad de México; segunda, tomar calles tan seguras como Hidalgo a las 4 de la mañana, sola, para encontrar la ruta hacia Periférico Norte.

Todo transcurría normalmente, la música a todo volumen, lamentando el final de la noche, hasta que mi fiel acompañante decidió que la banda de distribución había cumplido su ciclo, en el mejor lugar, la Alameda Central, y en el mejor momento, vestida de antro a los 18 años con el pelo esponjado tras algunos peculiares pasos de baile. Sin crédito en el celular, con 25 pesos de presupuesto y sin poder darle marcha al coche, pasaron muchas cosas por mi mente, pero decidí enfocar el miedo y transformarlo en valentía; tampoco tenía otra opción.

Me bajé muy decidida y caminé hacia a un puesto de tacos, el más cercano, en el que me esperaban cuatro elegantes caballeros. Les pedí una tarjeta telefónica y, además de proporcionármela, pegaron dos tres chiflidos para llamar al 'arréglalo todo' del barrio. Segundo momento de pánico.

Logré comunicarme con mi amigo, a quien acababa de dejar en su casa 10 minutos antes, y quien caminando en pijama llegó al lugar en menos de 3, a la par de aquel mecánico que desahució, tras varios golpetazos, mi querido medio de transporte.

Pagamos la cuota de 30 varos para salir con vida de ahí; una grúa de alguna tarjeta de promoción apareció para transportar la unidad a la puerta del taller más cercano, una llamada contestada por mi hermano adolescente de bastante mala gana y la subsecuente a mi madre, me hizo tener el permiso de no llegar.

Subimos escaleras y escaleras hasta su departamento, al cual nunca había entrado y en el que probablemente soy de las pocas afortunadas, en donde también habría que explicarle a su madre a la mañana siguiente qué demonios hacía ahí, pero nada más nos importó. Dormimos poco y me fue imposible levantarme.

Nos esperaba un día de verdadero terror. Ingeniar qué ponerme –elegimos un disfraz de hip hopera involuntario, con unos pants cuatro tallas más grandes a la mía y unos tenis en los que me cabían dos pies-, pero, sin duda, mucho mejor que el que traía; mover el coche, conseguir dinero y un mecánico, desayunar uno de los mejores licuados que ahora extraño, viajar en metro, microbús y caminar a la hermana república de Satelbronx para llevarme a mi casa en aquel estado, y volver de la misma forma a la suya. Hacerse cargo de todo lo demás hasta revivir aquel compañero que fue testigo de tantas experiencias.

Así nació una amistad, de las más grandes y sinceras que conservo hasta la fecha, con sus altibajos como en cualquier relación, pasando de la mano derecha a la izquierda, al último dedo chiquito del pie, y escalando posiciones con los años, por el simple hecho de aguantar mi difícil y exigente manera de concebir la lealtad.

Hoy, no es necesario ese escalafón. Lo he visto soñar, llorar, enamorarse, crecer y salir adelante, pero siempre a mi lado y con una bondad que conmueve.

Él, aprendió a conocerme, a ignorarme cuando no puede más con mi necedad, a reír, a hablar con la mirada; fue un guardaespaldas, tocó de mi hombro para pedirme las llaves en aquel momento, encontró la forma de burlarse de mí y de él mismo, a aceptar, a guardar secretos, a escuchar, a expresar lo que no le gusta –con mucho esfuerzo-, a respetar y, especialmente, a estar.

A ti, Paquito de mi corazón.

6 comentarios:

  1. Como un genio de la lámpara, deseo cumplido, Paco.

    Súper lindo. Increíble amistad, esas personitas son las que hacen que los días pesados, oscuros o grises valgan la pena... simplemente, porque sabemos que ahí estarán.

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  2. Me hiciste remontarme a mi juventud... y pensar en mis queridos amigos. ¡Gracias! Y gracias a ti Paco por ser inspiración del texto.

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  3. No recuerdo alguna llamada donde haya respondido de mala gana, jamáaas, jaja.

    A que Paco te refieres??? jajaja

    Sueeeeeeeeeeeltate bola, será? jaja

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  4. Una fiel forma de plasmar el gran ser humano que es Paquito, los que tenemos la fortuna de conocerlo sabemos de su nobleza, humor y bondad

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  5. Nooooooo jjajajajaa p empezar no tenias 18 eh jajajaja pensabamoeguir en wsa edad pero no. Si el primer terror q conyesyara pablo y de ahí p adelante... El metro el micro el centro etc etc jajajaja y p finalizar pense q hablabas de chevy jajjajaa.. En fin te amo an y si la bola es como mexico... Siempre fiel! Los amo xooooo

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  6. jajaja, ay Dan gracias por estas palabras, son un tesoro como tu amistad que como bien dices me ha costado mantener jajaja pero bueno con los años he entendido que los dedos de la mano y de los pies no es lugar donde quiero estar, sino en tu corazon y creo que lo he conseguido, tu sabes que sea la hora que sea y en donde sea ahi estare para disfrutar una buena tarde jugando, para celebrar tus triunfos, o inclusive para llorar juntos, con el respeto que me deben los lectores TE AMO, eres una persona increible y pues la historia continua escribiendose hasta que la vida nos lo permita, te admiro y gracias por que en el deambular de los dedos siempre creiste que era una buena persona, anecdotas sobran pero no hace falta plasmarlos para decirte que eres de mis mas grandes amigas y que es un orgullo poder decirtelo y que agradezco que me hayas abierto la oportunidad de conocerte a ti y a todos los que te rodean . . . y sin otra cosa más que decir solo citare "sueltate bola" misión cumplida :-)

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