Sí, ahora somos los callatiés, los frí-xis, paxivos o que valemos ochentas y miles y que ha sido descrito de forma perfecta por todos los que posteron esta semana, dándole significado a esta palabra. Yo sólo mencionaré en estas líneas cuándo me tocó escucharla por primera vez.
Fue el 6 enero del 2009, cuando antes de salir ese martes de cierre en redacción, y dispuesta a suspender los tragos que alegran el alma, se acercó Toño para decirme: ¡qué onda mija, vamos por unos chupes!, renuente por ser ese día de la semana pero, siempre apasionada por el alcohol, dije que sí.
No sabíamos a dónde ir, pero llegamos al buen pueblo coyoacanense donde también, por qué no, los martes se chupa. Estábamos en el Quetalcoatl, sí, no escribí mal Que-tal-coatl, uno de esos restaurantes donde lo único de la carta son tacos y cervezas, qué difícil escoger qué tomar.
Ahí, Toño me platicó de su gran viaje a Chiapas, que si estuvo todo el tiempo a-ho-ga-da, que si dos días de fiesta seguida, entre otras historias.
Estando en la mesa, y a punto de corrernos los meseros, escuché la anécdota de la Danta cuando, expresó la tan afamada palabra Cállata y terminó relatando sobre el diseño exclusivo en su trasero, sí ¿Cállata?, ¿escuché bien?. Veía cómo Toño se atacaba de risa al contarlo y me contagiaba su alegría. Reí cómo no lo hacía en ese tiempo, con el entusiasmo que en esos días necesitaba.
Durante el transcurso de la plática, recordé los últimos días de diciembre, cuando un amigo me sacó del periódico llo-ran-da como Magdalena y me llevó a recoger mi ropa para empezar un nuevo capítulo. Incluso, me abrió las puertas de su hogar para tranquilizarme y darme ánimos. También fue Toño, el amigo, con quien estaba riéndome como niña en aquel bar restaurante.
Cuando ya no les quedó de otra a los del servicio del lugar más que decirnos que ya tenían que cerrar, nos fuimos. Recorrimos el centro de Coyoacán y llegamos a Sanborms; ahí estuvimos viendo discos y películas; al recorrer los estantes nos preguntamos casi a unisono ¿qué te vas a regalar de Día de Reyes?, obvia él ya tenía su ponchipaquete de pelis, que le llegaba apilados hasta la barba y, yo, que por varios años no lo hacía, decidí regalarme un cd. No fue ni el cantante, ni el disco de superación personal, ni los horóscopos de Walter Mercado, lo que tenía en mis manos, sólo fue el momento que por fin supe que mi vida continuaba y que estaba a mi lado un amigo para reforzar esa idea. Esta fue mi anécdota de la palabra Cállata con un toque de Día de Reyes, noche en la que me cayó el veinte de que así empezaba esta nueva etapa de mi vida.