jueves, 10 de junio de 2010

Tormento testicular


Antes de que llegue el año 2000, ando echando novio y, cual debe ser, una de las actividades propias del mandil contemporáneo es asistir a la comida de la abuela política. No debe uno fallar porque, de ser así, te cuelgan de los que puso Nano como diseño de este post.

El punto es que, ya cuando está toda la familia política reunida, ingreso al baño con la finalidad de desaguar apacible y tranquilamente un poco de aminoácidos a través del chorrito vivaracho y constante. Todo sale bien y con la gracia propia de un chaval que, al ser hombre, aprovecha dicho desagüe para mirar la pared e internarse en sus más profundos pensamientos. Esa forma de filosofar mientras uno hace del baño no la tienen las mujeres, no así, no con tal armonía y con el sonido de fondo del "agua" cayendo. Fuente de ideas.

Pero la desgracia llega al momento de subir el cierre de los jeans. Hay dos dolores en la vida de un hombre que superan, por mucho, al resto de los pesares: un balonazo en los gemelos cuando uno anda pajareando, y la subida abrupta del cierre del pantalón sin tener el mínimo cuidado y, llevándose por ende, a los huevos de corbata. Sí, a las cosas por su nombre. Me acabo de prensar este par, casi degollando con el zipper lo que en mi clase de Anatomía se define como escroto.

Bajo de nuevo el cierre y esta suave bolsita con la que mantenemos en órbita y balance los huevitos.... me sangra. No, no puedo explicar el repipinchísimo dolor en mis entrañas. Así, de huevos y por mis huevos, me he convertido en un agonizante ser humano que, pa' colmo de males, tiene que convertir en unos minutos la mueca de sufrimiento extremo en sonrisa hipócrita frente a la abuela y dueña de la casa. Que me crea el amable lector: la aflicción testicular es mayor que cualquier tormento amoroso, porque si para amar se necesitan huevos, aquí uno ya ni siquiera los tiene.

Sobra decir que pasaré la comida con gesto de cereal inflado (como decía Paco Stanley) y sin mover demasiado mis extremidades inferiores porque el altoreflejo de mi desgracia se siente hasta los tobillos.

Maestros, novias, padre, madre, amigos... muchos han podido agarrarme de los huevos en algún momento, pero nadie me los ha prensado como aquel zipper que en mi escroto encontró lo que la guillotina en el pescuezo de Luis XVI.

11 comentarios:

  1. amigo, lo bueno es que el escroto también cicatriza, jeje

    ResponderEliminar
  2. Jajajaja!! No imagino cómo es el dolor de hue... pero para que le dediques un blog, debe ser memorable!!

    ResponderEliminar
  3. jajajaja....no inventes! con todo y que el tema de esta semana estaba medio complicado, qué literal está el tuyo!!!

    ResponderEliminar
  4. Auuuuuch!!!! muchos hielos pa' bajar la inflamación y vitacilina.... aaaaaaah que buena medicina!

    ResponderEliminar
  5. jajajjajajajajajajajajajajajajajaja

    ResponderEliminar
  6. Mañana inicia el mundial. Los explosivos no eran explosivos. Salma entra en pánico por una víbora (de las que se arrastran). Tampoco se esperan temblores hoy.

    ResponderEliminar
  7. Exageradamente explícito! Supongo que ese dolor equivale a pegarte en el dedo chiquito del pie con la base de la cama ¿cierto? jajaj

    Por cierto, Nano, hay que ser más original ehhhh

    ResponderEliminar
  8. Auchhhh y no quiero imaginarme el inchi dolor al bajar el zipper. Lo que tanto me hizo reir en "Loco por Mary" ahora me hace tener cara de "pobre tío".

    Princess... me late que no jajajajaja.

    ResponderEliminar
  9. Jajajaja, te lo mereces, ntc.
    Me recordaste mucho a la película "Loco Por Mary", obvio si la cara de teto, sé sé =), jaja

    ResponderEliminar
  10. Qué dolorrrrrrrrrr!! Bueno, me imagino, jajajaja!

    ResponderEliminar