Una roomie suicida, otra que se la madreaba su novio, otros más que salieron del closet mientras vivían conmigo, éstas son sólo algunas anécdotas que he vivido en los últimos 12 años que salí de casa de mis padres, casi la misma cantidad de roomies con los que he convivido. A continuación, algunas historias de esta forma grata y loca de compartir un techo por ahorrar.
Si contamos las personas con las que hemos compartido un espacio para dormir, sin ser catalogado con la palabra exacta, contaré mi primera experiencia en una casa de asistencia (resistencia).
Chiapaneca, separada, amargada, pero muy ahorradora, era una señora, quien gabana de mi madre lo que podría pagar si me hubiera puesto un departamento al principio de mi universidad.
Con trastorno obsesivo-compulsivo de limpieza, al grado de que iba al baño, y dejar mis respectivos desechos de papel en el bote de basura, y en cuanto salía, la señora cincuentona, a cargo de mi agradable estancia, vaciaba el bote, o qué decir de su transtorno por ahorrar en los alimentos que me daba; algunos de ellos comprados en los depósitos de Bimbo, de esos donde las tortillas y el pan integral son marcados por estar a punto de caducar, fueron parte de mis desayunos y cenas en el lapso que viví a su lado.
O sorportar su etapa de menopausia, cuando tomaba sus tequilas y me platicaba de su marido que disfrutaba de los placeres de una sus mejores amigas, hasta que decidí, después de un año, separarme de ella. En verdad, no la extrañé.
A otra que no añoré fue a mi "mejor amiga" de la universidad, esa que llenó de valentía para salirme de la casa de la señora cincuentona. Con ella fue más precipitado, sólo fueron 4 meses de compartir techo, por la siguiente situación.
Rocío estaba obsesionada con un compañero que estaba casado, de esos hombres que aseguran, juran y perjuran que mañana dejan a su esposa por el amor de otra mujer, pero ja, sabemos que eso nunca pasa.
En alguna ocasión, durante nuestra luna de miel viviendo juntas, decidí irme a visitar a mi familia de Michoacán un fin de semana. Al llegar, el domingo por la noche, la encontré con vendas en sus muñecas, las cuales se había rebanado; sí, cinco cortadas en cada brazo como pan de caja. Por qué, pues por él. Resulta que durante ese fin era el cumpleaños de la esposa y Rocío quería que su "novio" faltara a la fiesta sorpresa que habían organizado a su contrincante.
Y con sus historias maquiavélicas le suplicó que fuera a visitarla a nuestro depa unas horas antes del festejo. Para esta cita, preparó una bebida para ofrecerle, a la cual le agregó, una por una, cápsulas de nytol para dormir. Ya tenía todo preparado para encontrarse con su amado y resultó que llegó, tocó por más de media hora hasta que se cansó y se marchó. Pues les cuento que mi amiga abrió las siete cápsulas con su boca y con lo que ingirió cayó profundamente dormida, hasta el día siguiente, en el cual se dio cuenta de su torpeza, agarró un cuchillo y "trató" de acabar con su absurda vida.
Al verla tirada, vendada, a-h-o-g-a-d-a y con sus cinco sentidos revueltos, decidí pedir ayuda: hablar a su madre. Cuando le comenté a la suicida, que en ese momento dejaba de ser mi mejor amiga, puso a su familia en mi contra, diciendo que era un cuento chino mío para perjudicarla, que la envidiaba a tal grado que hice eso.
Acto seguido, hubo enfrentamiento madre a madre, porque la mía tampoco se raja, y se dijeron hasta de lo que se iban a morir. Al día siguiente, la muy mendiga cambió la llave de la chapa, mientras mis cosas seguían ahí. Literal, me mandaron patitas a la calle. Yo no sé cómo le hice, pero tejí varias redes de amigas hasta que conseguí, por medio de engaños, las llaves para sacar en dos horas mis cosas. Ese día dormí con todos mis triques en mi coche, así duré una semana de gitana hasta que Yalina, quien después fue mi roomie, se apiadó de mí.
Mi última etapa de roomie de GDL fue una época padre. Con Yalina viví un año. Aquí, si no les salen las fechas es porque omití la parte que estuve sola. Ese lapso de tiempo fue de mucha fiesta y amigos, a las 15 horas casi todos los días después de la universidad, ya estábamos con un vodka en la mano. Por lo menos tres amigas más tenían las llaves del depa, ahí llegaban a comer, a dormir y a divertirse. Fue un periodo de tiempo especial para ella porque, al separarse de su familia, finalmente salió del closet y tuvo a la chava que pensaba sería el amor de su vida, aclaro, no fui yo, tuvo una relación con otra compañera de la universidad.
Llegué al DeFecal y duré como casi tres meses sin hablar encerrada en mi depa. A ratos, me iba con el portero para platicar y sentir que había conversado con alguien, en ese momento sí que estaba sola. Por ello, le pedí a Copatzin, también amigo de la universidad, que tramitara un intercambio de su carrera de UdeG a la UNAM.
Aquí tuve un roomie más en mi vida, un soporte estructural en mis primeros años en la Ciudad. A su lado, valoré un grado más de experciencia en estee tipo de convivencia, el cariño y el amor que sentíamos como amigos se transformó en tolerancia, podría decirse que fue un preámulo de lo que sería un matrimonio...sólo que al reves, yo era el hombre y él la mujer, bueno para qué contar de sus conquistas, fiestas, y demás. Lo más importante es que hasta estos días pienso que él es y será uno de los amigos más importantes en corta existencia de vida.
Para independizarse, o sea, para tener su living la vida loca, se fue a otro depa a vivir, y surgió así la necesidad de tener otra roomie.
Por cierto, aquí va una moraleja de la historia: nunca se les ocurra conseguir a alguien por internet, porque caras vemos y no sabemos cuántos madrazos después vemos en su cara. Resulta que contacté a Wendy, chava de 31 años con dos hijas y en pleno divorcio, que acepté como roomie.
Su vida era normal, trabajo estable, veía y se quedaban sus nenas los fines de semana, y entre semana... su wuey. Un día, si más no recuerdo, jueves, la vi lloranda en mi depa con un golpe en la quijada en tonos multicolores. Le pregunté qué lo había provacado, ahí sí fue un cuento chino, que una vieja se le acercó, que le armó pedo porque según andaba saliendo a la par con su chavo, etc, se la creí. Después de unos días de nuevo otra romie a-h-o-g-a-d-a me dijo: "esa vez que me encontraste así fue porque mi wuey me golpeó, con puño cerrado, mientras discutíamos en la recámara", me quedé con cara de WHAT, le pedí que esa persona no entrara más al depa, cosa que no cumplió y terminó por irse con él cuando, en un pleito de dos a tres caídas sin límite de tiempo, la aventó hacia la puerta de la recámara y la destrozó...a la mañana siguiente sacó sus cosas, obvio cargándome la responsabilidad de esa puerta destruída.
Hay un lapso de años que son de muhos sinsabores, pero que no forman parte de roomies sino de convivencia de pareja, por eso los omito, además ni tienen relevancia, fue un largo periodo aquí en el D.F. y otros 11 meses en Cancún.
Al decidir regresarme de las aguas azul turquesa del mar Caribe para rehacer mi vida...cuando pensé que mi vida de rommies estaba perdida, llegó una paisana a mi vida.
Sabía que estaría conmigo, tan lo presentí que le dije, no te preocupes tómate tu tiempo que yo te espero, y así fue. Como lo platicó la Princess Jane, una noche entre semana, le ayudé a sacar sus cosas de la casa de su ex marido. Y nuevamente empezó una etapa de aventura.
Aseguro, que ha sido una compañera muy linda, no les tengo que explicar sabiendo ya lo que pasó con mis otras relaciones de convivencia en un mismo techo. Durante esos meses fuimos cómplices de cada uno de nuestros actos; desde llegar en un martes de cierre destruídas y tomar unas copas mientras nos desvelábamos más; también cuando fungia de madre y me regañaba porque no llegaba o porque no me tomaba pastillas para la gripe; o de novia perfecta, llena de pucheros y celos, cuando me decía que la abandonaba al despedirme e irme con mi hombre, o por qué no, cuando le reclamaba no dejarme dormir porque hacía cimbrar todo el condominio.
Princess Jane es parte de mi presente y mi pasado inmediato, todavía la busco al llegar. Entro a lo que era su cuarto y encuentro una muñeca diabólica, en lo que fue su altar a una especie de tributo extraño y la recuerdo. Doy una vuelta a la habitación los martes al llegar después del cierre y revivo lo que compartí a su lado. Aún la extraño, y sabe que mis llamadas, como la de hoy, para ver cómo sigue de su gripe es parte de la inercia que nos dejó marcadas, de saber que, en algún momento, supimos que dejamos de ser roomies o paisanas, para empezar a ser hermanas.