En diciembre de 2008 entré a trabajar a Reforma, justo un día después de haber regresado a vivir con mi ex marido. Los primeros 15 días acostumbraba a comer con un reportero que también acababa de entrar a la sección; después comencé a convivir con otros integrantes del equipo, entre ellos mi paisana, La Thi.
Para ella no fue un buen mes, para mí tampoco; comencé a tener algunos problemas con el susodicho y rondaba por mi mente la idea de pedirle el divorcio y salirme de su departamento, y tenía claro que no quería regresar a casa de mis papás.
Un sábado, al regresar de cobertura, le llamé a La Thi para saber cómo estaba anímicamente y, al enterarme que su comida consistiría en atún enlatado con pepino, haciéndole honor a nuestra tierra culichi, decidí pasar por ella e invitarla a comer y a echar unos tragos coquetos.
Para mi sorpresa, el susodicho cautivó a mi amiga, y, para las cinco de la tarde, ya eran súper amiguis (no cabe duda que Dios los hace y ellos se juntan). Tras un día de perlas negras, cervezas, vodkas con pepino y martínis, terminamos en mi entonces departamento comiendo unas deliciosas alitas de pollo que el amigui de La Thi nos preparó; más tarde, él le insistió que se durmiera conmigo en la recámara porque él se quedaría en la sala.
Ya en pijama y dispuesta a dormir, presencie la primera malacopa de mi paisana: "me siento mal porque estoy ocasionando un problema matrimonial", dijo lloranda, "prométeme que vas a luchar por tu matrimonio, él te quiere, no vi en la comida". Yo, atónita y sin saber qué hacer, me reí y le di las buenas noches.
Al mes, La Thi tuvo la idea de buscar un roomie y al ver que la situación entre su nuevo amigui y yo no prosperaba, ya resignada, me planteó la opción de irme a vivir con ella. Al principio la idea me espantaba, no sabía si conseguiría la planta en el trabajo y, por ende, si tendría con qué pagar la renta. Ella siempre estuvo segura que sería su roomie, concluyó la búsqueda y se dedicó a esperarme.
Llegó febrero y yo no podía más con la indiferencia que inundaba el departamento que habitaba, y tras escuchar varios consejos de mis amigos, tomé la decisión y me mudé con ella. Prácticamente no la conocía, pero el que ambas fuéramos de provincia no era simple coincidencia y me dio confianza. Ese día ella me acompañó por mis últimas cosas al departamento e iniciamos una nueva vida, un matrimonio, como nosotras lo llamábamos.
Al principio todo era nuevo para mí, cómo dividir los gastos, cómo dividir los espacios y cómo decorar. Su depa estaba vacío y desde que llegué me explayé: "Thi, vamos a decorar todo en tonos rosas y lo combinamos con chocolate ¿sí?", expresé emocionada. "Haz lo que quieras", me contestó. Acto seguido, fuimos a escoger una sala color chocolate y posteriormente llegó el tapete rosa.
Fue un matrimonio diferente a los demás, pues comúnmente los primeros meses son miel sobre hojuelas y después aparecen los problemas. Con nosotros no sucedió así, nosotras comenzamos con problemas y terminamos amándonos.
Uno de los primeros conflictos que tuvimos hace justo un año. Yo tenía que irme a cubrir misiones y debía estar en la Anáhuac a las 7 de la mañana; como yo no sabía llegar, mi galán se ofreció a llevarme (cabe mencionar que La Thi había superado a su amigui y lo había reemplazado por este nuevo niño, se amaban mutuamente) como teníamos que salir muy temprano del depa, decidimos que se quedaría a dormir, pero un día antes de partir a misiones, La Thi no había venido a trabajar, se conectó al msn y me dijo que su mamá llegaría de visita y que me quería pedir de favor que, por esa ocasión, mi galán no se quedara. Obviamente me súper enojé, no sólo por el medio que utilizó para hablar del tema, sino porque nos movía todo el plan. Total, no dije nada, aunque notó mi molestia.
Cuando regresé de viaje, muy en mi papel, no le hablaba. Aunque las dos moríamos de ganas de contarnos las últimas aventuras, sostuvimos la ley del hielo por unos días, hasta que, no recuerdo cómo, decidimos hablar. Ese día, salimos de cierre y nos sentamos en el comedor con unos cigarros y nuestros respectivos boone´s, platicamos como media hora, hablamos de ciertas reglas como lavar los trastes después de utilizarlos, sacar la basura, no entrar a la recámara de la otra sin permiso, dividir el refrigerador en dos secciones y otras del tipo, y aplicamos el "o te aclimatas o te aclichingas", la puerta está abierta... A partir de ese momento, nuestra convivencia mejoró ochentas y miles y formamos una familia de tres, claro, ella era la hija.
Preocuparme por sus salidas al cajero a las tres de la mañana, verla malcopear y regresarse del antro en taxi, escuchar sus quejas porque "no la dejaba dormir", ser testigo de sus lágrimas a media mañana porque se peleaba con su galán, noches de pláticas intensas, conbebencias, salidas en pareja, aguachiles, comidas, secretos, enojos, compartir tristezas y alegrías, o simplemente verla llegar de puntitas a las 9 de la mañana para hacerme creer que había dormido en el depa, fueron algunas de las cosas que viví esos 8 meses a su lado.
En diciembre de 2009 decidí irme a vivir sola por primera vez en mi vida, me costó trabajo tomar la decisión pues más que mi roomie se convirtió en mi hermana, sí, una hermana a la que adoro, quien me desquició en algunos momentos, quien me escuchó, me hizo reír, me ocasionó algunas arrugas por preocupaciones. Me era difícil abandonarla y romper nuestro lazo, pero lo hice y en ciertas noches aún la extraño.
No tengo mucha experiencia en roomies, lo más cercano era mi hermana, con quien compartí recámara cerca de 20 años, pero puedo decir que es la mejor, con todo y los problemas y los días en que queríamos matarnos.
Para ella no fue un buen mes, para mí tampoco; comencé a tener algunos problemas con el susodicho y rondaba por mi mente la idea de pedirle el divorcio y salirme de su departamento, y tenía claro que no quería regresar a casa de mis papás.
Un sábado, al regresar de cobertura, le llamé a La Thi para saber cómo estaba anímicamente y, al enterarme que su comida consistiría en atún enlatado con pepino, haciéndole honor a nuestra tierra culichi, decidí pasar por ella e invitarla a comer y a echar unos tragos coquetos.
Para mi sorpresa, el susodicho cautivó a mi amiga, y, para las cinco de la tarde, ya eran súper amiguis (no cabe duda que Dios los hace y ellos se juntan). Tras un día de perlas negras, cervezas, vodkas con pepino y martínis, terminamos en mi entonces departamento comiendo unas deliciosas alitas de pollo que el amigui de La Thi nos preparó; más tarde, él le insistió que se durmiera conmigo en la recámara porque él se quedaría en la sala.
Ya en pijama y dispuesta a dormir, presencie la primera malacopa de mi paisana: "me siento mal porque estoy ocasionando un problema matrimonial", dijo lloranda, "prométeme que vas a luchar por tu matrimonio, él te quiere, no vi en la comida". Yo, atónita y sin saber qué hacer, me reí y le di las buenas noches.
Al mes, La Thi tuvo la idea de buscar un roomie y al ver que la situación entre su nuevo amigui y yo no prosperaba, ya resignada, me planteó la opción de irme a vivir con ella. Al principio la idea me espantaba, no sabía si conseguiría la planta en el trabajo y, por ende, si tendría con qué pagar la renta. Ella siempre estuvo segura que sería su roomie, concluyó la búsqueda y se dedicó a esperarme.
Llegó febrero y yo no podía más con la indiferencia que inundaba el departamento que habitaba, y tras escuchar varios consejos de mis amigos, tomé la decisión y me mudé con ella. Prácticamente no la conocía, pero el que ambas fuéramos de provincia no era simple coincidencia y me dio confianza. Ese día ella me acompañó por mis últimas cosas al departamento e iniciamos una nueva vida, un matrimonio, como nosotras lo llamábamos.
Al principio todo era nuevo para mí, cómo dividir los gastos, cómo dividir los espacios y cómo decorar. Su depa estaba vacío y desde que llegué me explayé: "Thi, vamos a decorar todo en tonos rosas y lo combinamos con chocolate ¿sí?", expresé emocionada. "Haz lo que quieras", me contestó. Acto seguido, fuimos a escoger una sala color chocolate y posteriormente llegó el tapete rosa.
Fue un matrimonio diferente a los demás, pues comúnmente los primeros meses son miel sobre hojuelas y después aparecen los problemas. Con nosotros no sucedió así, nosotras comenzamos con problemas y terminamos amándonos.
Uno de los primeros conflictos que tuvimos hace justo un año. Yo tenía que irme a cubrir misiones y debía estar en la Anáhuac a las 7 de la mañana; como yo no sabía llegar, mi galán se ofreció a llevarme (cabe mencionar que La Thi había superado a su amigui y lo había reemplazado por este nuevo niño, se amaban mutuamente) como teníamos que salir muy temprano del depa, decidimos que se quedaría a dormir, pero un día antes de partir a misiones, La Thi no había venido a trabajar, se conectó al msn y me dijo que su mamá llegaría de visita y que me quería pedir de favor que, por esa ocasión, mi galán no se quedara. Obviamente me súper enojé, no sólo por el medio que utilizó para hablar del tema, sino porque nos movía todo el plan. Total, no dije nada, aunque notó mi molestia.
Cuando regresé de viaje, muy en mi papel, no le hablaba. Aunque las dos moríamos de ganas de contarnos las últimas aventuras, sostuvimos la ley del hielo por unos días, hasta que, no recuerdo cómo, decidimos hablar. Ese día, salimos de cierre y nos sentamos en el comedor con unos cigarros y nuestros respectivos boone´s, platicamos como media hora, hablamos de ciertas reglas como lavar los trastes después de utilizarlos, sacar la basura, no entrar a la recámara de la otra sin permiso, dividir el refrigerador en dos secciones y otras del tipo, y aplicamos el "o te aclimatas o te aclichingas", la puerta está abierta... A partir de ese momento, nuestra convivencia mejoró ochentas y miles y formamos una familia de tres, claro, ella era la hija.
Preocuparme por sus salidas al cajero a las tres de la mañana, verla malcopear y regresarse del antro en taxi, escuchar sus quejas porque "no la dejaba dormir", ser testigo de sus lágrimas a media mañana porque se peleaba con su galán, noches de pláticas intensas, conbebencias, salidas en pareja, aguachiles, comidas, secretos, enojos, compartir tristezas y alegrías, o simplemente verla llegar de puntitas a las 9 de la mañana para hacerme creer que había dormido en el depa, fueron algunas de las cosas que viví esos 8 meses a su lado.
En diciembre de 2009 decidí irme a vivir sola por primera vez en mi vida, me costó trabajo tomar la decisión pues más que mi roomie se convirtió en mi hermana, sí, una hermana a la que adoro, quien me desquició en algunos momentos, quien me escuchó, me hizo reír, me ocasionó algunas arrugas por preocupaciones. Me era difícil abandonarla y romper nuestro lazo, pero lo hice y en ciertas noches aún la extraño.
No tengo mucha experiencia en roomies, lo más cercano era mi hermana, con quien compartí recámara cerca de 20 años, pero puedo decir que es la mejor, con todo y los problemas y los días en que queríamos matarnos.
Bonita entrega.
ResponderEliminarqUÉ ROOMIE NO QUIERE MATARSE ALGUNA VEZ?
ResponderEliminarUna experta en roomates como la que escribe saaabe de sobra los promenores y las batallas diarias de los involucrados en un depto. Muy descriptivo el texto, ya sabes, como yo, qué es lo que implica este relajin.
ResponderEliminarSlds
Orange.
ResponderEliminarTim, desde mi muy personal punto de vista, creo que le pudiste tupir más duro a nuestra amiga y Callalité, La Thi
Qué hermoso relato de nuestro matrimonio fallido!!.
ResponderEliminarLa verdad es que fue un gran logro, porque nos vimos en esos meses casi 24 horas al día; ni la pareja más feliz de este mundo lo puede hacer.
Yo también extraño mucho a la mamá, amiga, niña pucheros que me acompañaba a dormir a casa.
Tal vez, también han sido parte de mis insomnios, el no tener y charlar hasta la 1 de la madrugada a mi paisa, la que se convirtió en mi hermana. TQM!
Sí, quedó muy rosa el relato... Felicidades a las dos por soportarse mutuamente, jajaja. =)Fue una etapa muy padre.
ResponderEliminarSi nadie me hubiese contado nada, yo pensaría que es La Thi la mamá o no al revés. Chale. Pero ya lo ando viendo con cosas como: ¡no puedes ir a trabajar sin desayunar! (acento regañón norteñón chacalón)
ResponderEliminarjajajaja
ResponderEliminarTodo iba bien hasta que vi que sus pedas son con "boones"!!!!!!!!!!
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