Recién habíamos llegado mi inseparable amigo y fiel compañero El Wuero y John (léase yo…jn) a nuestro nuevo hogar.
Como en cualquier periodo de adaptación había que poner límites y como su servidor es obsesivo de los números, había hecho cuentas hasta del número de cigarros que su cartera podía sustentar, así que las primeras tres veces que mi roomie aplicó la de “regálame un cigarro brother” accedí y después le menté la madre y le sugerí amablemente que comprara su propio vicio.
En realidad, todo iba de maravilla a excepción de las alfombras verdes que había en las recámaras, feas como una patada en los… ojos.
Eso no nos desanimaba, ya que habíamos acordado con el dueño que podíamos hacer reparaciones al departamento y, con su consentimiento, después descontarlas de la renta.
Así que mi brother cotizó, se puso las pilas en la negociación con Don Víctor y a cambiar esas alfombras por un bonito piso laminado.
Nos pusimos de acuerdo, me pidió que recibiera a los instaladores porque el tenía que estar en la graduación de Perri (por posts anteriores se pueden dar cuenta que su educación fue como una licenciatura en la Universidad Icel).
Así, llegaron los instaladores y poco tiempo después llegó el Dr. El Perra, yo me encontraba en una situación de escasos cigarros así que decidí salir a comprar.
-Wuero, voy por cigarros, ¿quieres algo?
-Nel
-¿Quieres cigarros?
-Bueno, cómprame unos de 14
-No seas wy, por 3 varos más te llevas la de 20, te conviene
-Bueno
-¿De cuales?
-Marlboro azules… no, mejor mentolados… no, mejor Camel
-Orele
Regreso con dos cajetillas de a 20 de Camel y el Wuero me sale con que me había pedido mentolados… ¡Chin…! ¡Chu…los…vos! Ni modo, que se queden de reserva, total no tienen caducidad.
Y en eso sale uno de los instaladores del piso.
-Abusando de su amabilidatttt joven, ¿le puedo robar un cigarrito?
-Sí claro
En ese momento el Wuero se sintió aliviado, si ya le había permitido el hurto a un instalador de pisos que no conocía, él que tiene años de amistad conmigo, podía dar rienda suelta a su adicción.
Mientras tanto el primer instalador le ofrecía al segundo instalador uno de mis cigarros, el Wuero también apañaba y John que no puedo estar viendo fumar a otros sin encender uno, pues seguí con ellos.
El chingado instalador número uno abuso de mi confianza en una docena de ocasiones y no sólo se acabó la cajetilla, sino que también voló la de reserva.
Ya sin dinero, los trabajadores tuvieron que entender que la docena de fumers que se prendió cada uno fue su propela.
En mi pueblo se podría describir esta historia a través de la frase “fui ñereado”.
Pero eso sí, que bonito quedo el piso.
Como en cualquier periodo de adaptación había que poner límites y como su servidor es obsesivo de los números, había hecho cuentas hasta del número de cigarros que su cartera podía sustentar, así que las primeras tres veces que mi roomie aplicó la de “regálame un cigarro brother” accedí y después le menté la madre y le sugerí amablemente que comprara su propio vicio.
En realidad, todo iba de maravilla a excepción de las alfombras verdes que había en las recámaras, feas como una patada en los… ojos.
Eso no nos desanimaba, ya que habíamos acordado con el dueño que podíamos hacer reparaciones al departamento y, con su consentimiento, después descontarlas de la renta.
Así que mi brother cotizó, se puso las pilas en la negociación con Don Víctor y a cambiar esas alfombras por un bonito piso laminado.
Nos pusimos de acuerdo, me pidió que recibiera a los instaladores porque el tenía que estar en la graduación de Perri (por posts anteriores se pueden dar cuenta que su educación fue como una licenciatura en la Universidad Icel).
Así, llegaron los instaladores y poco tiempo después llegó el Dr. El Perra, yo me encontraba en una situación de escasos cigarros así que decidí salir a comprar.
-Wuero, voy por cigarros, ¿quieres algo?
-Nel
-¿Quieres cigarros?
-Bueno, cómprame unos de 14
-No seas wy, por 3 varos más te llevas la de 20, te conviene
-Bueno
-¿De cuales?
-Marlboro azules… no, mejor mentolados… no, mejor Camel
-Orele
Regreso con dos cajetillas de a 20 de Camel y el Wuero me sale con que me había pedido mentolados… ¡Chin…! ¡Chu…los…vos! Ni modo, que se queden de reserva, total no tienen caducidad.
Y en eso sale uno de los instaladores del piso.
-Abusando de su amabilidatttt joven, ¿le puedo robar un cigarrito?
-Sí claro
En ese momento el Wuero se sintió aliviado, si ya le había permitido el hurto a un instalador de pisos que no conocía, él que tiene años de amistad conmigo, podía dar rienda suelta a su adicción.
Mientras tanto el primer instalador le ofrecía al segundo instalador uno de mis cigarros, el Wuero también apañaba y John que no puedo estar viendo fumar a otros sin encender uno, pues seguí con ellos.
El chingado instalador número uno abuso de mi confianza en una docena de ocasiones y no sólo se acabó la cajetilla, sino que también voló la de reserva.
Ya sin dinero, los trabajadores tuvieron que entender que la docena de fumers que se prendió cada uno fue su propela.
En mi pueblo se podría describir esta historia a través de la frase “fui ñereado”.
Pero eso sí, que bonito quedo el piso.
jajajajajajajajajaj sí te vieron la cara, tim. Otra que aplica, de hecho siempre se la aplicaba a Mafer era: wey, estoy dejando de fumar, sólo dame uno, si compro una cajetilla voy a continuar con el vicio jajajaj
ResponderEliminarjajajaja tooooontaaaa!!!!... asi es... rataaaaaaa de 2 patas... jajaja. besooos a los 2
ResponderEliminarJAJAJAJAJA ¡me hiciste sentir millonaria!
ResponderEliminarMe gustó
ResponderEliminarEso de compartir cigarros en ocasiones duele y en otras no, es extraño. =)
ResponderEliminar