Nota: Sé que al escribir esto me expongo a que alguien por ahí lea este post y vaya corriendo con el chisme, pero ya pasaron los años y creo que mi madre sabrá entenderlo.
Gracias a la profesión de mi papá y a las múltiples invitaciones que recibe durante el año para participar en congresos, tanto él como mi mamá solían viajar juntos frecuentemente, quizá dos o tres veces al año.
No recuerdo cuántas veces nos dejaron "solos", lo que sí tengo presente es que cada que un viaje se aproximaba, mi mamá tomaba el teléfono, marcaba a Culichitown y solicitaba la pronta presencia de algún miembro de su familia. Más tardaba ella en colgar que mi abuelita o alguna de mis tías en aterrizar a México.
En aquel entonces, no me preocupaba su destino ni intentaba incluirme en sus planes, sólo quería que llegara el momento de su partida para adueñarme de las zapatillas, vestidos y maquillaje de mi mamá para caracterizarme como "Doña Nena".
En algunas ocasiones la tristeza y melancolía fueron más fuertes que la emoción de tener la casa para nosotros solitos, como aquella vez que vino la hermana de mi papá a cuidarnos. Fue un real martirio, no sólo para mí y para mis hermanos, también para mis primos que habían venido de vacaciones a México. Acostumbrados a comer SÚPER bien, basto y delicioso, nos llegó la hora de conocer lo que era la comida insípida, las mini raciones y los platillos poco apetecibles. Esa vez sí que estrañé a la reina del norte.
Un día, mi primo Raúl nos preparó una deliciosa paella con arroz blanco, salchichas, carne molida y no recuerdo qué otro ingrediente secreto, quizá no suena tan bien, pero estaba exquisita. Al día siguiente y como niños hambrientos, nos levantamos con la idea de zamparnos el "recalentado", pero cuál va siendo nuestra sorpresa, la amante de los perros había echado a perder nuestra comida. La reina intentó "mejorarlo" y lo único que consiguió fue que todos dijéramos "no, gracias, ya no tengo hambre".
Pasó el tiempo y, como yo soy la mayor, llegó un punto en que mi mamá ya no consideró necesario pedir la ayuda de sus hermanas. Cuando llegaba el momento de su partida, no se conformaba con la lista de avisos previos; se paraba en la puerta del garaje y me recitaba una enorme lista de pendientes, obligaciones, recordatorios e instrucciones a seguir, de las cuales, obviamente, sólo retenía el 2 por cierto, cosa que a su regreso me costaba caro.
Una que otra reunioncilla con mi amiga Vanessa y su novio, hablar por teléfono hasta altas horas de la madrugada, como diría mi sacrosanta; fumarme un cigarro en el jardín, y una que otra travesurilla hice durante esos días de libertad, pero nada tan grave como chocar la camioneta de mi mamá.
Era un viernes, tenía como 17 años o un poquitin meno. Me levanté, tomé las llaves de la blazer de mi mamá, obligué a Silvia, la chava que nos ayudaba en la casa, a subirse al coche, y tomé la avenida. Cabe mencionar que ya "sabía" manejar, mi amigo Oswaldo y mi vecino Armando se habían dado a la tarea de enseñarme, pero mi mamá no confiaba en mi capacidad al volante y no me soltaba ningún coche.
Llegué a casa de mi amigo Alfonso y le marqué "ándale, baja, vine por ti para ir a mi casa" su cara no mostró sorpresa alguna y contestó "me cambio rapidísimo y bajo". Mientras lo esperaba, di una vuelta más por la calle, y cuando iba a regresarme a su casa, se atravesó un poste en mi camino y se estrelló contra la fascia del auto, pero eso no fue lo peor. Le dije a Silvia que se bajara a checar el daño, muy obediente, lo hizo, se tardó dos segundos y regresó "nada, no hay de qué preocuparse". Volví a respirar y a dos de pisar el acelerador escuché: "híjole, sí le diste", era nada más y nada menos la señora a la que mi mamá le compraba las verdurassssssssssssssssssssssss.
Obviamente ya no volví a manejar, pasé por mi amigo y él se encargó de regresarme a salvo. Entré corriendo a la casa y, muy a mi pesar, le llamé a Luis Armando, mi ex novio, "plis, ayúdame, acabo de chocar la camioneta de mi mamá". Su papá era dueño de varios talleres mecánicos, lo cual me generaba cierta tranquilidad. Pasó por mí y me llevó a uno de los talleres para que me hicieran un presupuesto. "Hola Pedro, ella es mi novia, le acaba de pegar a la camioneta, échame la mano y danos buen precio ¿no?" eso de "mi novia" no me había parecido nada, pero no estaba en posición de reclamar. El tipo salió, vio el golpe y me dijo "por poco y te llevas la calavera, serán 800 pesos" ¿que quéeee? lo único que tenía en mi cuenta Mic de Banamex.
Ese mismo día ,en la noche, mis tíos pasarían por mis hermanos y por mí para llevarnos a dormir a su casa, lo cual complicaba demasiado la operación, pues no podían llegar y ver el espacio de la camioneta vació en la cochera. Le di el dinero a Silvia y Luis fue por ella el sábado muy temprano. Confié en la capacidad del mecánico que arreglaría el pequeño desperfecto e intenté relajarme. Obviamente, mi estrés era demasiado y mi primo se dio cuenta, le confesé mi pecado y lo hice mi cómplice. Ya tenía dos.
El domingo, antes de entrar a mi casa, le pedí a mi primo que verificara que la camioneta estuviera en su lugar y, sobre todo, sin golpe. Por suerte, por Luis, por el mecánico, por mis súper ahorros, por Silvia, por mi primo, porque mis hermanos eran pequeños e inocentes, y porque Dios es muy grande, todo estaba en orden y nadie más supo lo sucedido.
Mis papás regresaron el lunes, y jamás se percataron del golpe. La verdad, el mecánico logró igualar perfectamente bien el tono VERDE de la camioneta.
Juré que me llevaría el secreto a la tumba. Hasta hoy, sólo mis dos cómplices, Luis, Oswaldo y el mecánico sabían de mi pequeña travesura, pero a estas horas, creo que mi madre ya está planeando mi castigo retroactivo.
Gracias a la profesión de mi papá y a las múltiples invitaciones que recibe durante el año para participar en congresos, tanto él como mi mamá solían viajar juntos frecuentemente, quizá dos o tres veces al año.
No recuerdo cuántas veces nos dejaron "solos", lo que sí tengo presente es que cada que un viaje se aproximaba, mi mamá tomaba el teléfono, marcaba a Culichitown y solicitaba la pronta presencia de algún miembro de su familia. Más tardaba ella en colgar que mi abuelita o alguna de mis tías en aterrizar a México.
En aquel entonces, no me preocupaba su destino ni intentaba incluirme en sus planes, sólo quería que llegara el momento de su partida para adueñarme de las zapatillas, vestidos y maquillaje de mi mamá para caracterizarme como "Doña Nena".
En algunas ocasiones la tristeza y melancolía fueron más fuertes que la emoción de tener la casa para nosotros solitos, como aquella vez que vino la hermana de mi papá a cuidarnos. Fue un real martirio, no sólo para mí y para mis hermanos, también para mis primos que habían venido de vacaciones a México. Acostumbrados a comer SÚPER bien, basto y delicioso, nos llegó la hora de conocer lo que era la comida insípida, las mini raciones y los platillos poco apetecibles. Esa vez sí que estrañé a la reina del norte.
Un día, mi primo Raúl nos preparó una deliciosa paella con arroz blanco, salchichas, carne molida y no recuerdo qué otro ingrediente secreto, quizá no suena tan bien, pero estaba exquisita. Al día siguiente y como niños hambrientos, nos levantamos con la idea de zamparnos el "recalentado", pero cuál va siendo nuestra sorpresa, la amante de los perros había echado a perder nuestra comida. La reina intentó "mejorarlo" y lo único que consiguió fue que todos dijéramos "no, gracias, ya no tengo hambre".
Pasó el tiempo y, como yo soy la mayor, llegó un punto en que mi mamá ya no consideró necesario pedir la ayuda de sus hermanas. Cuando llegaba el momento de su partida, no se conformaba con la lista de avisos previos; se paraba en la puerta del garaje y me recitaba una enorme lista de pendientes, obligaciones, recordatorios e instrucciones a seguir, de las cuales, obviamente, sólo retenía el 2 por cierto, cosa que a su regreso me costaba caro.
Una que otra reunioncilla con mi amiga Vanessa y su novio, hablar por teléfono hasta altas horas de la madrugada, como diría mi sacrosanta; fumarme un cigarro en el jardín, y una que otra travesurilla hice durante esos días de libertad, pero nada tan grave como chocar la camioneta de mi mamá.
Era un viernes, tenía como 17 años o un poquitin meno. Me levanté, tomé las llaves de la blazer de mi mamá, obligué a Silvia, la chava que nos ayudaba en la casa, a subirse al coche, y tomé la avenida. Cabe mencionar que ya "sabía" manejar, mi amigo Oswaldo y mi vecino Armando se habían dado a la tarea de enseñarme, pero mi mamá no confiaba en mi capacidad al volante y no me soltaba ningún coche.
Llegué a casa de mi amigo Alfonso y le marqué "ándale, baja, vine por ti para ir a mi casa" su cara no mostró sorpresa alguna y contestó "me cambio rapidísimo y bajo". Mientras lo esperaba, di una vuelta más por la calle, y cuando iba a regresarme a su casa, se atravesó un poste en mi camino y se estrelló contra la fascia del auto, pero eso no fue lo peor. Le dije a Silvia que se bajara a checar el daño, muy obediente, lo hizo, se tardó dos segundos y regresó "nada, no hay de qué preocuparse". Volví a respirar y a dos de pisar el acelerador escuché: "híjole, sí le diste", era nada más y nada menos la señora a la que mi mamá le compraba las verdurassssssssssssssssssssssss.
Obviamente ya no volví a manejar, pasé por mi amigo y él se encargó de regresarme a salvo. Entré corriendo a la casa y, muy a mi pesar, le llamé a Luis Armando, mi ex novio, "plis, ayúdame, acabo de chocar la camioneta de mi mamá". Su papá era dueño de varios talleres mecánicos, lo cual me generaba cierta tranquilidad. Pasó por mí y me llevó a uno de los talleres para que me hicieran un presupuesto. "Hola Pedro, ella es mi novia, le acaba de pegar a la camioneta, échame la mano y danos buen precio ¿no?" eso de "mi novia" no me había parecido nada, pero no estaba en posición de reclamar. El tipo salió, vio el golpe y me dijo "por poco y te llevas la calavera, serán 800 pesos" ¿que quéeee? lo único que tenía en mi cuenta Mic de Banamex.
Ese mismo día ,en la noche, mis tíos pasarían por mis hermanos y por mí para llevarnos a dormir a su casa, lo cual complicaba demasiado la operación, pues no podían llegar y ver el espacio de la camioneta vació en la cochera. Le di el dinero a Silvia y Luis fue por ella el sábado muy temprano. Confié en la capacidad del mecánico que arreglaría el pequeño desperfecto e intenté relajarme. Obviamente, mi estrés era demasiado y mi primo se dio cuenta, le confesé mi pecado y lo hice mi cómplice. Ya tenía dos.
El domingo, antes de entrar a mi casa, le pedí a mi primo que verificara que la camioneta estuviera en su lugar y, sobre todo, sin golpe. Por suerte, por Luis, por el mecánico, por mis súper ahorros, por Silvia, por mi primo, porque mis hermanos eran pequeños e inocentes, y porque Dios es muy grande, todo estaba en orden y nadie más supo lo sucedido.
Mis papás regresaron el lunes, y jamás se percataron del golpe. La verdad, el mecánico logró igualar perfectamente bien el tono VERDE de la camioneta.
Juré que me llevaría el secreto a la tumba. Hasta hoy, sólo mis dos cómplices, Luis, Oswaldo y el mecánico sabían de mi pequeña travesura, pero a estas horas, creo que mi madre ya está planeando mi castigo retroactivo.
Yo me cojí a un amigo mientras no estuvieron mis papás. Estoy igualita que tú. Hoy se enteran, claaaaaaro, si es que encuentran este blog, jijijijijiji
ResponderEliminarJJAJAJAJAJA ... por las dos. Y los coches chocados ummmmmmm ya verán que lo único que realmente interesa es que los hijos estén enteros, aunque por formación tengamos que regañar.
ResponderEliminarHay algo que no me quedó claro: fuiste por tu amigo Alfonso para que fueran a tu casa. ......¿Para?
ResponderEliminarMenos mal que el trabajo de hojalatería y pintura quedó al dedillo. Y algo que me queda también es la misma duda de inphidelio...
ResponderEliminar¿?
Inphi y Erika ¿no leyeron que trepó a la muchacha al coche para ir por Alfredo? la respuesta a su pregunta es: ¡para bajar a la muchacha! seguramente Alfredo era una compañía más agradable para manejar... o pretender hacerlo ¿verdad que sí Princess?
ResponderEliminarNoooo Adriana, mi teoría es que iba a conectar a la muchacha con su amigo. Muajajajajaja
ResponderEliminarTodo malhechor necesita cómplices. Quien lo dude será agarrado pronto.
ResponderEliminarLas instrucciones de las mamás antes de irse son claves. A mí me dejaba una lista pegada en la puerta por aquello de la buena memoria. Lo que no entendí es porqué te enojaste que el susodicho dijera "mi novia" cuando pones que era tu ex novio, jajjaa. Son las complicaciones de Princess desde los 17 =)
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